A las islas hay que llegar en barco, escribió el escritor inglés Lawrence Durrell, autor de varios libros sobre las islas griegas. Tenía razón, ya que el navegar permite una lenta la aproximaciónAnnäherungaproximación, en la que el viajero asimilarhier: erlebenasimila la la transiciónÜbergangtransición entre el mar infinito y la belleza del territorio al que llega. Hoy en día, sin embargo, la gran mayoría de viajeros que llegan a la pequeña isla de Menorca (unos 47 kilómetros de este a oeste y unos 20 de norte a sur) lo hace en avión. De este modo se pierden la majestuosa entrada en el largo puerto de Mahón, uno de los mejores del Mediterráneo, que albergarbeherbergenalberga historias y leyendas que van desde los sangrientos asaltos piratas del siglo XVI hasta los amores de Lord Nelson en la Golden Farm, una bella la mansiónVillamansión de estilo inglés que domina el puerto.
Lo primero que llama la atención al llegar a Mahón es la fortaleza de la Mola, a menudo batido a/por el vientowindgepeitschtbatida por el viento, que defiende la entrada del puerto con una sucesión de el fosoGrabenfosos y murallas, y unos cuantos el islotekleine Inselislotes, entre los que destacan el del Llatzaret, donde hasta 1919 ponían en cuarentena a los viajeros que llegaban a Menorca, y el del Rei, donde desembarcarlandendesembarcó Alfonso III cuando conquistó la isla en 1287, hoy convertido en un centro cultural gestionado por la galería suiza Häuser & Wirth.
Neugierig auf mehr?
Dann nutzen Sie die Möglichkeit und stellen Sie sich Ihr optimales Abo ganz nach Ihren Wünschen zusammen.