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    Ser o sentirse español

    AVANZADO
    Ecos 9/2017
    Nationalgefühl und Stolz auf ihr Land ist bei den Spaniern wenig ausgeprägt
    Von David Granda

    El el sentimiento de apegoVerbundenheitsentimiento de apego a su país de los españoles está muy por debajo de la media europea. El “sentirse español” no pasa por su mejor momento. Una la flaquezaSchwächeflaqueza que se ha revelado, sin embargo, como la mejor herramienta para frenar a los partidos de extrema derecha y reforzar el sentido de pertenencia a la Unión Europea.

    Cuando la selección de fútbol de España ganó frente a Alemania la Eurocopa en 2008, ocurrió un hechoinédito/anie dagewesen inédito en Madrid: los balcones amanecieron con unas banderas españolas que parecían unir como collares unos edificios con otros. La sorpresa, más que ornamental, fue simbólica. La exhibición de la bandera española, ya sea en un balcón o en una pulsera junto al reloj, se convirtió tras la dictadura en un indicador de ideología conservadora o de nostalgia del franquismo. Los torneos deportivos son uno de los escaparates más utilizados por las naciones para hacer propaganda política a lo largo de la historia. Curiosamente, uno de ellos logró que en España se despolitizarseentpolitisiert werdendespolitizara la bandera. Durante unos días, la la enseña nacionalNationalfahneenseña nacional, uno de los principales símbolos identificadores de un país, solo significó España.

    El sentimiento de apego a su país de los españoles está muy por debajo de la media europea

    El origen de la debilidad actual de la identidad nacional española hay que buscarlo en la dictadura de Francisco Franco (1939-1975). La omnipresencia del envoltorio patriótico y de los símbolos y mitos del nacionalcatolicismo durante el régimen franquista dio paso a un proceso de el desarraigoEntwurzelung, (hier) Distanzierungdesarraigo patriótico tras la Transición (1978). En la democracia se pasó a un el desapegoDistanz; Abneigungdesapego por la bandera, el himno (que no tiene letra) y todo lo que pudiera estar contagiado por el nacionalismo español. El último Eurobarómetro publicado en otoño de 2015 lo traduce en cifras: los españoles se colocan cuatro puntos por debajo de la media de la Unión Europea a la hora de identificarse con su patria, la antepenúltima de la tabla (solo por delante de Bélgica y Holanda).

    El el desalientoSchwächedesaliento del orgullo patriótico ha servido, sin embargo, como el antídotoGegengift; Gegenmittelantídoto contra la formación de un gran partido político de extrema derecha, contra aquellos que llaman a las armas en defensa de una pureza nacional y racial, tan artificial como cualquier otra construcción humana. Populismos que acostumbran señalar a los inmigrantes como culpables de losel mal patrioProblem in der Heimat males patrios, a los extranjeros o, como hemos visto en el Reino Unido y su apuesta por el Brexit, a Europa en su conjunto.

    Aquí aparece un segundo antídoto. España, pese al desencanto con las instituciones de la Unión Europea por la gestión de la feroz crisis económica y los recortes económicos en sus servicios sociales, sigue siendo uno de los países más europeístas del Viejo Continente. Si volvemos al Eurobarómetro, vemos que el sentimiento europeo de los españoles se sitúa siete puntos por encima de la media de la Unión Europea.

    El desaliento del orgullo patriótico ha servido como antídoto contra la formación de un gran partido político de extrema derecha

    Este el flechazo(hier, ugs.) Begeisterungflechazo con el actual proyecto continental también encuentra su explicación en las sombras de la dictadura. El olor a cerrado, a naftalina, del periodo autárquico de los años duros del franquismo incubar(hier fig.) brütenincubó un el complejo de inferioridadMinderwertigkeitskomplexcomplejo de inferioridad en los españoles a la hora de compararse con los demás ciudadanos europeos. Durante la dictadura, el progreso y la modernidad en Occidente comenzaban al norte de los Pirineos. En Francia, donde se hablaba la única lengua extranjera que se estudiaba en las escuelas españolas (hoy el francés ha sido aparcado por el inglés). En Alemania, adonde inmigraron miles de trabajadores españoles en busca de el sustentoLebensunterhaltsustento. En estos países había elecciones libres, libertad de prensa, las mujeres casadas podían abrir una cuenta bancaria sin necesidad de la firma de su marido, las la portada del viniloPlattencoverportadas de los vinilos de los Rolling Stones no estaban censuradas, se veía porno en los cines.

    En España, hoy nadie está preocupado por que una nueva y musculosa identidad europea vulnerar(hier fig.) verletzenvulnere la identidad nacional de sus ciudadanos. Primero, por la propia lentitud de la construcción de una ciudadanía europea común, entorpecida por una Unión Europea, que no muestra los instrumentos necesarios para resolver con eficacia los problemas que preocupan a los ciudadanos, y por una escasa tradición de europeísmo consciente. Por ejemplo, pocos españoles saben algo tan básico como que si necesitan ayuda fuera de la UE, en un país donde España no tiene ni embajada ni consulado, como ciudadanos de la UE tienen derecho a la protección consular de la embajada o consulado de cualquier otro país de la UE. Los españoles que más europeos se sienten, aparte de los funcionarios de Bruselas, son los universitarios Erasmus que cada año se reparten por los diferentes países del continente.

    Y en segundo lugar, no hay preocupación porque la identidad europea y la española son identidades colectivas no solo compatiblevereinbarcompatibles, sino que se retroalimentan, se enriquecen entre sí. El prestigio de Europa todavía reluce.

    Los españoles que más europeos se sienten son los universitarios Erasmus

    El principal desafío a la identidad española se lo plantean los nacionalismos periféricos, y en especial el secesionismo catalán. Como explica la socióloga Carmen González Enríquez, del Real Instituto Elcano, los movimientos nacionalistas periféricos y el entusiasmo con que la izquierda los apoyó comoliberadorbefreiend liberadores durante la Transición y en años posteriores, contribuyeron aún más a debilitar lo español. “La misma palabra ‘España’ resultó sospechosa y fue sustituida a menudo por ‘el Estado español’, una expresión de escasa resonancia emotivo/aemotionalemotiva”, afirma la socióloga.

    No solo la bandera nacional, sino el sustantivo España sufre hoy el achaque(fig.) Beschwerde, Gebrechenachaques. El Estado autonómico actual surgido con la Constitución de 1978 no ha resuelto las demandas soberanistas. Resulta habitual escuchar a los dirigentes nacionalistas de Cataluña, Galicia y el País Vasco referirse al ‘Estado español’ como equivalente de ‘España’ para trasladar la idea de que el país no es una nación sino tan solo un Estado, una realidad artificial para la que ellos no han sido consultados. No deja de ser, sin embargo, un uso semánticotramposo/abetrügerisch tramposo: ellos también son ‘Estado español’; las actuales autoridades nacionalistas del Partido Nacionalista Vasco en la la Lehendakaritza(bask.) PräsidentenamtLehendakaritza del País Vasco, y del Partido Demócrata Europeo Catalán en la Generalitat de Cataluña, forman parte de las instituciones que gobiernan el país.

    El principal desafío a la identidad española se lo plantean los nacionalismos periféricos, y en especial el secesionismo catalán

    Cuando la selección de fútbol de España ganó su primer Mundial en 2010 y repitió triunfo en la Eurocopa de 2012, se desempolvar(ugs.) entstaubendesempolvaron las banderas y volvieron a florecer en los balcones. Desde entonces, no han vuelto a aparecer. La identidad española sigue siendo débil, pero conserva intacta su confianza en el proyecto común de la Unión Europea.

     

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