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    Los retos de Emilia Cos: Limpieza

    INTERMEDIO
    Ecos 6/2021
    Die fünfte Herkulesaufgabe war, den Augiasstall auszumisten. Unsere Emilia Cos bekommt ein Problem.
    © Sascha Pollach para ECOS
    Von Rosa Ribas

    Si hay algo sagrado para Emilia, es la hora de la la meriendaVesper am Nachmittagmerienda. Es como para los ingleses el té de las cinco, pero a las seis de la tarde y con café. Entonces, la detective se pone cómoda, tumbarsesich hinlegense tumba en un diván rojo y mira episodios de viejas series de televisión, mientras se toma un cafetito acompañado de algunos dulces, que a veces, a pesar de las la advertenciaMahnung; Warnungadvertencias del veterinario, comparte con Perro.

    Esa tarde de primavera se había puesto un kimono de seda que le había regalado una diplomática japonesa, agradecida porque Emilia había resolverlösenresuelto con gran discreción un caso muy delicado. Mientras comía la chocolatinaSchokoriegelchocolatinas belgas y tomaba café, repetía en voz alta los diálogos de un episodio de Colombo. Tiene una gran la predilecciónVorliebepredilección por este detective porque, como le sucedergeschehen, passierensucede a ella, también a este policía algo desaliñado/aungepflegtdesaliñado la gente lo juzga por su aspecto físico y no lo toma en serio.

    A la hora de la merienda, Emilia no recibe a clientes, pero ese día se trataba de una persona muy ocupada, que había conseguido hacerse un hueco(hier) Zeit findenhacerse un hueco para venir a la agencia. De modo que respiré hondo antes de abrir la puerta del salón. Un gruñido fue lo primero que escuché, no supe si de Perro, que defendía la merienda de su dueña, o de la propia Emilia, que soltar algo a alg.(ugs.) etw. sagen zume soltó malhumorada:

    –¿Qué pasa, Gonzo?

    –Tenemos un cliente que…

    Emilia detuvo la imagen en la pantalla. El teniente Columbo me miraba desde el televisor como si hubiera interrumpido una amena conversación. De hecho, era así.

    –¿No puede esperar? –respondió ella en tono agrio.

    –Desgraciadamente no, doña Emilia –Santiago Moreno entró en la habitación con paso firme–. No se enoje con su asistente, querida, he sido yo quien ha insistido.

    El hombre, un cincuentónde buena plantagut aussehend de buena planta, se acercó al diván con tal seguridad que ni Perro gruñó, tomó la mano de Emilia, que había quedado a medio camino de la caja de chocolatinas, y se la llevó a los labios a la vez que le hacer una reverenciasich verbeugenhacía una cortés reverencia.

    Conozco muy bien a Emilia. Esas formas de cortesía algo anticuadas son irresistibleunwiderstehlichirresistibles para ella. Invitó a Santiago Moreno a tomar asiento a su lado. Perro aprovechó la distracción para robar una chocolatina, la engulló y se quedó mirando al empresario con la cabeza apoyada en la rodilla de Emilia. (...)

     

    Puede leer la historia completa de Emilia Cos en Ecos 06 / 21.

     

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