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    El amante

    INTERMEDIO
    Ecos 12/2020
    El amante, Kurzgechichte von María Sánchez
    © Mancilla
    Von María Sánchez García

    A María le hubiera gustado vivir otras vidas. Por lo menos, una que no fuera tan aburrida como la suya. “Si es que hasta mi nombre es triste”, piensa a menudo. María López López. la funcionaria del Ministerio de HaciendaBeamtin im FinanzministeriumFuncionaria del Ministerio de Hacienda, separada, sin hijos, 56 años. Ni guapa ni fea, ni alta ni baja, ojos marrones, pelo castaño, teñirfärben; tönenteñido ya, por supuesto. Absolutamente nada en lo que destacar. Desde hace un tiempo, María piensa que el tiempo se le escapa, que solo se vive una vez y que tiene más de la mitad del tiempo gastado. Que no tiene posibilidades de aventuras porque está atada a esa vida y a ese puesto de trabajo que le da de comer. Es muy fácil decir eso de “déjalo todo y empieza de nuevo”. Ya, ¿y con qué dinero?

    Por eso, a María le gusta la televisión. Porque, al menos, puede sentir la emoción de vivir las vidas de otros. Así no piensa en la suya. En cuanto llega del trabajo, la enciende y pasa la tarde viendo películas antiguas y series románticas en las que a una el cincuentón, la cincuentonaFünfzigjährige/rcincuentona como ella un encuentro casual en un avión la lleva a encontrar una maravillosa aventura. En Nueva York, en el sur de Francia, en las islas griegas… María cada vez sale menos. Se aburre con sus amigas separadas, siempre los mismos bares, siempre los mismos cines y teatros. Cuando ellas le dicen que ve demasiada tele, María se justifica: al fin y al cabo, es una afición como cualquier otra. No entiende por qué pasarse la tarde leyendo o haciendo running le parece bien a todo el mundo, pero está tan mal visto ver la televisión.

    Pero la verdad es que lo que le está pasando últimamente la tiene preocupada. Es esa maldita telenovela. El amante. Una telenovela colombiana que ponen todos los días a las cuatro en un canal de esos que no ve nadie, donde emitirausstrahlen, sendenemiten programas sobre trajes de novia y reformas de casas. No puede dejar de pensar en ella. O, mejor dicho, en él. En Carlos Luis Giraldo. El protagonista. Es un hombre guapo, de unos 40 años. María enamorarse perdidamente desich bis über beide Ohren verliebense ha enamorado perdidamente de él. Le gusta su voz, le gustan sus manos, le gustan sus ojos. Tiene todo tipo de sueños escandalosos en los que cae en sus brazos. Se pone los capítulos una y otra vez, desde el primero, aquel en que Carlos Luis entra a trabajar en el despacho del arquitecto Rosales, con ese traje azul y esa corbata verde. La pena es que Carlos Luis ha tomado muy malas decisiones desde entonces. La primera enamorarse de la tonta de Sara Rosales, la hija del jefe, y comprometerse(hier) sich verlobencomprometerse. Ella no le quiere, al menos no le quiere como María.

    “Esto no puede ser. Me estoy volviendo loca”, se dice a sí misma todos los días. “Se acabó. Ya no la veo más”. Pero no puede. Lo intenta, ahora va al el gimnasioFitnessstudiogimnasio después del trabajo para distraersesich zerstreuendistraerse. Llega a casa a las seis. Pero no puede remediarlosie kann nichts dagegen tunno puede remediarlo, va a la tele y busca en el menú el capítulo del día. Y lo ve con ansia(hier) sehnsüchtigcon ansia. Varias veces. Y luego busca su capítulo favorito, ese en el que la besa por primera vez…

    Ha buscado en internet el nombre del actor. Pero no le interesa. Ella a quien quiere es a Carlos Luis, al auténtico, no al el macarra(ugs.) Prollmacarra ese con barba que tiene una página web horrorosa. Ese no es su Carlos Luis. Él nunca se vestiría de esa manera ni publicaría esas fotos de tan mal gusto en Instagram. Él es un caballero.

    Hoy María está muy triste. El capítulo de hoy le ha dejado hecho/a polvohat ihn/sie völlig fertiggemachtle ha dejado hecha polvo. Resulta que Sara le ha estado engañando todo este tiempo. Con el otro arquitecto del despacho, con Alfredo Elizalde, una mala persona que solo busca el dinero de los Rosales. María se pone a buscar en internet desesperadamente cómo continúa la historia. Nada, parece que la telenovela es antigua, que ya no hay nada de ella en la web más que una breve referencia en Wikipedia. ¡Por Dios! Carlos Luis tiene que saberlo.

    Al día siguiente María está nerviosa, no da unaer/sie macht alles falschno da una en el trabajo. En la reunión de última hora apenas abre la boca, su jefe le pregunta si está enferma. María ve la oportunidad de poder salir antes: “La verdad es que sí, me he levantado con un poco de fiebre”, miente. Su jefe le dice que se vaya, naturalmente. Va corriendo a su despacho y recoge sus cosas. Baja a coger el 27 a la plaza de Cibeles, son las tres y media. Si el autobús no tarda mucho, llega a casa antes de las cuatro. Tenía que bajarse la aplicaciónsich die App herunterladenhaberse bajado la aplicación esa de la la cadena(hier) Sender, Kanal, Programmcadena para verla en el móvil. Pero finalmente llega a tiempo.

    Aunque lo que ve le deja mucho más preocupada aún. Sara está embarazada del otro. Pero, para no dar un escándalo y seguir con la boda, va a engañar a Carlos Luis diciendo que el hijo es suyo. le va a hacer desgraciado/a(hier) sie wird ihn unglücklich machenLe va a hacer desgraciado toda su vida. ¿Pero no se da cuenta de que no le quiere?

    Al día siguiente, por primera vez desde que hace treinta años entró en el ministerio, María no va a trabajar. No ha dormido en toda la noche, ha tenido un sueño muy raro. Estaba con él, con su Carlos Luis, en un hotel, el Palace, ese era, con su cúpula pintada. Ella y Carlos Luis, de la mano.

    María está a punto de decirle que no se case con Sara, pero, de repente, él se aleja; María grita, pero ya no la oye… Por la mañana, ante una taza de café en la cocina, se pone seria con ella misma: “Esto no puede ser, voy a necesitar ir a un psicólogo, definitivamente estoy perdiendo la razón”. Sale a dar un paseo. Necesita despejarseein klaren Kopf bekommendespejarse. Sin querer, echar a andarlosgehenecha a andar Castellana abajo y llega a la plaza de Neptuno, frente al Hotel Palace. De repente lo ve. Es él. Carlos Luis. Con el traje azul. Con el maletín que lleva siempre. Está allí, entrando en el hotel. No está soñando, los coches pasan, el reloj de la parada del autobús marca las nueve y media. Es él. Tiene que hablarle, tiene que decirle que el hijo no es suyo; si Sara se lo cuenta en el capítulo de hoy, se casará con ella inmediatamente, él no era de esos que salen huyendo. Entra en el hotel. El portero la mira porque su el chándalTrainingsanzugchándal gris no era la ropa más adecuada para un hotel de lujo. Atraviesa el vestíbulo con la cúpula pintada. Ya le ha perdido de vista. María estar a punto de llorargleich zu weinen beginnenestá a punto de llorar. No puede ser. La poca parte razonable que queda en su cerebro le pide, por favor, que no haga el ridículo. Pero su corazón la lleva a buscarle.

    Entonces, le ve. Se acaba de sentar en una la butacaLehnstuhlbutaca. Se ha quitado la chaqueta y la ha puesto detrás. Como hace siempre. María se para por un momento. ¿Cómo hablarle? ¿Y si así se rompe la magia que la ha llevado hasta él? ¿Cómo decirle que por un milagro había salido de la pantalla para entrar en su vida? ¿Cómo explicarle que, ya que su amor era imposible, ella solo quiere que sea feliz? De repente, tiene una idea. Va a la recepción y pide un papel y un bolígrafo. Le dan un papelito de esos elegantes con el emblema del hotel. Sara escribe rápidamente. “Ella te engaña, el hijo no es tuyo, es de Elizalde. No te merece”. Se va hacia él. Cuando llega detrás de donde estaba, fingirso tun als obfinge que se le cae algo al suelo y mete el papel rápidamente en el bolsillo de su chaqueta. Desde la recepción la empiezan a mirar con mala cara, María se avergüenza y sale rápidamente del hotel. Le falta el aire.

    Son las cuatro. La la sintoníaJingle, Melodiesintonía de El amante se oye en su salón una vez más. María se tranquiliza cuando ve que Carlos Luis lleva el mismo traje, el de esta mañana. Tiene que haberlo visto, tiene que haberlo leído. La asquerosa de Sara lo tiene todo preparado: cena romántica en su restaurante favorito. Se lo va a decir. “Este hijo será la la bendiciónSegen; Segnungbendición de nuestro amor”. Pero algo ha cambiado en Carlos Luis. No está tan cariñoso como siempre. Se diría que está enfadado. María agarra con fuerza el el cojín del sofáSofakissencojín del sofá. Lleva el mismo chándal que esta mañana. Los nervios no le han dejado ni siquiera comer. Y, por fin, oye las palabras definitivas: “Lo siento, Sara. Alguien que verdaderamente me quiere me ha hecho ver las cosas realmente como son. Nunca me has querido y dudo mucho que ese niño sea mi hijo”. Y, entonces, sucedió. Carlos Luis se volvió y la miró. María empezó a llorar. De felicidad.

     

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